2022-02-14

53.- El amargo sabor de la decepción

 



 

Atrás parecen haber quedado los tiempos de euforias democráticas  en España, cuando los políticos  aparecían como los mesías encargados de anunciar una nueva era de  esperanzas para España. Todo ha resultado ser un engaño que ha durado mientras se vivían años de bonanza. La crisis económica, con sus casi 5 millones de parados, así como la corrupción generalizada que se vive en nuestra nación ha hecho despertar a las conciencias dormidas que comienzan a reflexionar sobre los desmanes cometidos y que se siguen cometiendo. Pocos son, los que hoy siguen valorando  la política a no ser los que viven de ella. Ha hecho falta que la realidad camuflada por los políticos aflorara a la superficie y lo peor no es la crisis económica que nos sacude, sino la crisis humana, moral , y religiosa que desde hace años venimos padeciendo

 

 Esa España que conocimos, de la que con razón podíamos sentirnos orgullosos  poco tiene que ver con la  de ahora. A España nos la han cambiado y no para mejorarla. Ha habido demasiado revanchismo y no poca traición.  ¿Quién lo podía imaginar?; España ha dejado de ser lo que siempre fue, ha olvidado su historia, ha perdido su catolicidad  que es tanto como decir que ha perdido su esencialidad. Hoy nos encontramos con una familia desestabilizada, la escuela en ruinas,  la sociedad enferma, y la propia integridad nacional amenazada¿ Que se podía y se puede esperar de una sociedad materialista olvidada de Dios que se entrega al arbitrio de los políticos  que hace del consenso y la mayoría aritmética el único principio universal inapelable, que convierte en dogma la dictadura de la mayoría?.

  El materialismo y  la pérdida de sentido trascendente de la vida están llevando a las democracias occidentales a una situación deplorable. Los signos socio-culturales, que en ellas se detectan,  son los característicos de las sociedades enfermas. La actual crisis que padece Occidente es francamente alarmante. El egoísmo y el hedonismo envilecedor se hacen presentes en múltiples manifestaciones de la vida de nuestro tiempo. La economía lo es todo. El valor de las personas se mide por su sueldo y el materialismo es el horizonte del único humanismo posible. Se habla de los Derechos Humanos; pero no se les respeta

     Nunca como  hoy se ha hablado tanto de libertad y liberación, cuando lo cierto es, que seguramente, nunca como ahora  las gentes han estado tan esclavizadas por los más bajos instintos. Una ola de hipersexualidad enfermiza nos invade. Hombres y mujeres han convertido al sexo en  el exponente de sus vidas, se hace uso y abuso de él , se negocia con él, se vive para él. Hoy quien no esté  bien dotado sexualmente ha de sentirse frustrado.  Se nos ha querido hacer creer que la democracia relativista hace a los hombres libres, liberados, cuando en realidad, lo que hoy abundan, son los hombres esclavos de sí mismos, que es la peor de las esclavitudes. En el supuesto “régimen de libertades” en que vivimos, se da también por sentada la  libertad de expresión; pero lo que en realidad prima es  una interesada y manipulada información parcialista, con la que los forofos y propagandistas del sistema hacen méritos, ejerciendo en ocasiones como detractores de personajes y acontecimientos memorables de nuestra historia o  de la historia universal, que  no son de su agrado. Los medios públicos de comunicación están ahí para defender al sistema nunca para criticarle

 Se han ido perdiendo los valores, olvidándonos de la dignidad humana, se ha perdido el respeto a un derecho tan fundamental, como es la vida de las personas más indefensas, asistimos a una alarmante espiral de violencia callejera que nos hace estar preocupados. Todos estos indicadores que nos avisan de que algo no va bien, por más que algunos intenten encontrar explicaciones para todo. ¿ No será que nos está haciendo falta recuperar en nuestra sociedad algo que se ha perdido?

  Cuesta trabajo pensar que nuestros dirigentes políticos y sociales  no sean conscientes de lo que está pasando. Yo quiero creer que ellos mismos están atrapados en esta misma atmósfera de relativismo que les impide actuar. El juego democrático en el que se mueven, les obliga a tener en cuenta  opiniones averrantes y contradictorias de donde surge el caos y la confusión, haciendo de la vida cultural,  un asunto enmarcado en un imposible y absurdo neutralismo, donde todo vale. Todos debiéramos saber que la  cultura de la que tanto se habla, es algo más que un conjunto de opiniones disparatadas y contradictorias; por el contrario como su propia etimología indica, ha de servir al cultivo y mejoramiento del hombre, para lo cual  ha de descansar en unos principios  universalmente válidos, con unas referencias sólidas y seguras, que arrancan de la propia naturaleza humana, la cual  en esencia  es inmutable, universal y que nos indica cual ha de ser el fin último del hombre al que todos  debemos tender. Como  bien  se ve, estos cimientos en los que debe descansar una auténtica cultura, rebasan las meras opiniones subjetivas múltiples y contradictorias.

 Es verdad que hoy se está hablando mucho de la cultura de los valores: pero estamos en las mismas ¿ que valores son esos ?  pues sencillamente, de lo que se nos habla es de unos valores laicos, descafeinados, es decir, aquellos que interesan al sistema, silenciando y ocultando los valores fuertes que engrandecen y dignifican a la persona. Más aún,  cuando en ocasiones se hace referencia  a algún valor cívico-moral significativo, como puede ser el de la libertad o el de la tolerancia, resulta, que cada cual desde su  subjetivismo, pone en marcha su personal interpretación, que a veces poco o nada tiene que ver con la realidad de las cosas y es que el relativismo institucional que nos está tocando vivir, no va más allá de las puras valoraciones subjetivas. De este modo, con frecuencia se llega a confundir libertad con libertinaje, tolerancia con omnipermisividad, amor con sexo, verdad con certeza, folklore con religión , ética con estética y en general  se confunden los valores morales con las valoraciones interesadas  o caprichosas que cada sujeto realiza, no acertando a distinguir entre lo que es la objetividad del valor en sí y las valoraciones  subjetivas que del mismo se puedan hacer

 En esta situación en la que nos encontramos no es nada fácil afrontar la verdad del hombre, descubrir cual es su misión, cual es su naturaleza y cual el sistema de valores, al que debiéramos ajustar nuestro comportamiento; pero sobre todo es difícil descubrir nuestra dimensión trascendente, que es lo que verdaderamente puede dar sentido a nuestra existencia.

127.- Unos días de convivencia con los monjes trapenses de la abadía de Sta. Mª de Viaceli

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