El laicismo no es cosa del pasado es uno de los problemas más graves con que nos enfrentamos los cristianos hoy. Nuestro silencio, nuestra pasividad e inoperancia están envalentonando a políticos, escritores, periodistas anticristianos y en general a todos aquellos, que son muchos, que se oponen al Reinado de Cristo.
¿Si nosotros, que nos llamamos cristianos, callamos, quien va a hablar? Quizás hoy como nunca los cristianos debiéramos sentir la necesidad de unirnos para militar juntos bajo la bandera de Cristo Rey para hacer valer los derechos de Dios, que hoy en muchos pueblos y naciones se le están negando
Si algo debiéramos tener claro los cristianos, es que Él, Jesucristo es rey universal de todo y de todos: Su potestad se extiende a los reyes, a las naciones, a los pueblos, a los gobernantes a las constituciones que rigen los pueblos, a todo; aunque de esto hoy no se habla nada ¿Por qué hemos de silenciarlo? ¿ Porqué no gritarlo en los foros , en los parlamento, en las calles y plazas? ¿ por qué hemos dejado de proclamarlo incluso en las iglesias? ¿Por qué? ¿ No será por cobardía? ¿ No será que nos hemos dejado influir de esa falsa prudencia expresada a través de lo políticamente correcto?
No sólo Pio XI También León XIII nos dejó bellas paginas en sus encíclicas dignas de ser recordadas, sobre todo en la Inmortale Dei, considerada como la Carta Magna del Estado Cristiano, donde después de haber establecido cuidadosamente la separación entre el poder civil y el eclesiástico con sus competencias propias para ser ejercidas de forma autónoma e independiente, el Papa postula la coordinación y colaboración de ambos como partes de un mismo todo querido por Dios en clara alusión a la Cristiandad. “«...Hubo un tiempo, se nos dice, en que la filosofía del Evangelio gobernaba los Estados. En aquella época la eficacia propia de la sabiduría cristiana y su virtud divina habían penetrado en las leyes, en las instituciones, en la moral de los pueblos, infiltrándose en todas las clases y relaciones de la sociedad. La religión fundada por Jesucristo se veía colocada firmemente en el grado de honor que le corresponde y florecía en todas partes gracias a la adhesión benévola de los gobernantes y a la tutela legítima de los magistrados. El sacerdocio y el imperio vivían unidos en mutua concordia y amistoso consorcio de voluntades. Organizado de este modo, el Estado produjo bienes superiores a toda esperanza.» (Immortale Dei,
Es de lamentar la sequía de documentos políticos en la Iglesia Posconciliar, sobre todo teniendo en cuenta la desorientación e ignorancia reinante entre los católicos sobre estos asuntos. Hoy existen cuestiones políticas sin resolver o resueltas sólo a medias porque faltan criterios claros y unánimes.
¿ Saben los católicos de donde proviene la legitimidad de toda autoridad? ¿ Saben los católicos que por encima de la mayoría parlamentaria está la ley natural que obliga tanto a creyentes como a no creyentes? ¿ Saben que la ley Natural es expresión de la voluntad de Dios y que cuando se prescinde de ella ya sólo cabe el relativismo totalitario? ¿ Saben los católicos que una Constitución atea lesiona los derechos divinos? ¿ Saben que ninguna actividad humana en la que está incluida la actividad política puede sustraerse al imperio de Dios?
De la falta de formación político-religiosa se está derivando consecuencias funestas. Así podemos ver a hombres y mujeres católicos metidos a políticos que actuan sin principios, ni ideología alguna, movidos sólo por criterios prácticos de rentabilidad política, sometiéndolo todo a los resultados porque para ellos la política es sinónimo de eficacia nada más, entiendes que una cosa es la vida privada de cada cual y otra la vida publica y la cuestión religiosa pertenece aquella esfera y no a ésta. Naturalmente mientras esto sea así, al cristianismo le van a quedar pocas opciones de cambiar la sociedad, de velar por la familia, de ennoblecer la política, de encauzar la educación; toda la ventaja es para el laicismo beligerante que éste sí que tiene ideología y sabe lo que quiere