
Hace tiempo que Augusto Comte pronunciara aquella famosa
sentencia de que “sólo el método científico nos proporciona la verdad del
mundo” sobre esta base de rancio sabor positivista se ha ido construyendo una
cosmovisión materialista ajustada a las aspiraciones inmanentistas en pugna con
toda visión trascendente de la vida de lo que se está alimentando un laicismo
miope que no deja de arremeter contra la religión. La racionalidad lo es todo y
la fe ya no tiene cabida en nuestro mundo. El sentimiento religioso no pasa de
ser la expresión anacrónica de un conocimiento precientífico que nos retrotrae
a sociedades primitivas , un subproducto de culturas poco desarrolladas que no
resiste ya por más tiempo las críticas de la razón y que se aleja de las
exigencias de un mundo supercivilizado Yo he podido asistir a algún discurso
laicista en el que se presentaba a la fe religiosa como una antigualla, una
especie de falacia para ingenuos, equiparable al mito, pura fantasía que ya no
tiene cabida en un mundo tecnificado y
cientificista. Llegado es el momento, se dice, de agradecer a la religión los
servicios prestados y disponernos a
vivir una época posrreligiosa, sin recuerdos nostálgicos, que para lo único que
servirían ya es para obstaculizar el
proceso de la razón. El desarrollo de la cultura y del progreso ¿Será esto verdad?
A través del pasado lo que podemos
constatar es que dentro del cristianismo
fe y razón han caminado siempre juntas. Desde tiempos de S. Agustín los teólogos se han venido
manteniendo fieles a la consigna credo ut intellegam, intellego ut credam (
Creo para que pueda entender entiendo
para que pueda creer) o aquella otra que se viene repitiendo desde S. Anselmo ”Fides quaerens intellectum” (la fe queda iluminada por la inteligencia).
En el seno del catolicismo nunca han caminado por separado la razón y la fe,
sencillamente porque que Dios es autor
de ambas y no va a contradecirse así mismo. Este es un hecho histórico irrefutable,
como lo es también que la fe católica ha sido la inspiradora de genios
incomparables, artistas, músicos, poetas, pensadotes, científicos , filósofos,
nadie en su sano juicio puede negar esta
evidencia.. En general nuestra rica y exuberante cultura europea ha tenido como nodriza al
cristianismo. Hechos como el de Galileo y otros errores puntuales cometidos en
el entorno del cristianismo, está siendo utilizados hábilmente por la crítica
laicista; pero ello no debiera ser motivo suficiente para ensombrecer la
ingente labor llevada a cabo por el pensamiento cristianismo a favor de la
cultura, si tuviéramos que poner en un platillo todas
sus aportaciones positivas y en el otro las negativas, es seguro de que lado se inclinaría balanza. . Como ya se ha dicho. poco quedaría de nuestra
cultura occidental si la desvinculáramos
de sus raíces religiosas y cristianas
Sin duda el catolicismo ha sido y sigue siendo
una religión ilustrada que actualmente está siendo avalada por la ciencias, la
historia y la arqueología. Ciertamente el catolicismo, no es retrógrado sino
que está como no podía ser de otra
forma, a favor del progreso , el desarrollo y los avances científicos, a lo que sí se opone, entiéndase bien, es al
mal uso que de los nuevos técnicas e inventos puedan hacerse, pues no todo lo
que está al alcance de la ciencia y la técnica es lícito. Tampoco es
identificable progreso y desarrollo con
laicismo, pues no siempre ambos van en la misma dirección. Está por demostrar
que los no creyentes sean más cultos que los creyentes.
Lo que si parece suficientemente demostrado es
que los libre pensadores de siempre han
tenido la propensión de sentirse seres incontaminados liberados de prejuicios,
al margen de opresión religiosas o dependencias dogmáticas . En su versión más
radicalizada profesan el pensamiento único, alimentado por una razón laica excluyente que tratan de
imponer a los demás, con la excusa de liberarles de un fanatismo obscurantista
y perturbador. Su culto a la razón les hace refractarios a otros tipos de
conocimiento. Todo con la razón , nada sin la razón. Lo racional vale, lo demás
carece de sentido, por ello no están interesados en entablar diálogo abierto
con el pensamiento religioso. No quieren
entendimientos lo que buscan es la destrucción de la religión en nombre de la
verdad.
Pues bien, sin negar los valores
inherentes a la racionalidad, es
obligado decir que una razón secular más humilde y menos arrogante resultaría
más atractiva. El primero en mostrase autocrítico con la actitudes laicistas
tan radicalizadas ha sido Habermas quien al igual que lo hiciera en su tiempo
Ortega y Gasset ven en ello un claro signo de totalitarismo. Y es que la razón
humana tiene sus límites que es preciso reconocer. La vida humana está llena de
misterios impenetrables para el humano conocimiento. Existe lo sublime , lo
inefable, lo supra racional, existe el mundo religioso que como bien dice
Wittgenstein sólo es expresable con un lenguaje místico. ¿Por qué la cultura ha
de quedar circunscrita simplemente al conocimiento científico cuantificable,
experimentalmente verificable?; cultura es también todo lo que corresponde al amplio complejo de
manifestaciones humanas entre las que se encuentra el sentimiento religioso. No
verlo así supondría desvirtuar el significado profundo de la cultura o de la
religión.
Es verdad que a fe religiosa por ser la
expresión del misterio sagrado alberga en su seno la paradoja y el escándalo.
En todos los tiempos la religiosidad ha estado condenada a medirse con
la cultura de su tiempo; a veces ello ha
sido fácil, en otras no tanto. En nuestro tiempo ello resulta especialmente
complicado, a pesar de todo la
Iglesia no tiene ningún complejo en entablar dialogo con la
cultura laica como lo demuestra el hecho acaecidito el 19 de Enero del 2004. fecha
en que dos gigantes del pensamiento
el Cardenal Joseph Ratzinger –ahora Benedicto XVI- y el filósofo de
Jürgen Habermas, protagonizaban un histórico encuentro en la Academia, Católica de
Munich, para debatir sobre este temas actuales de nuestro tiempo. Nadie
convenció a nadie, es verdad; Benedicto XVI sigue firme en sus convicciones y
el filósofo de la Escuela
de Frankfurt sigue “sin oído para la Religión”
aún así el hecho de haber podido
disentir libremente en una atmósfera de cordialidad demuestra a las claras que
la iglesia está capacitada para mantenerse a flote en en los procelosos mares
de una cultura tan secularizada como la
nuestra.
En el fondo se trata de un problema de
confrontación dimensional, un drama que siempre ha estado latente a lo largo de la historia, lo que
hace que la fe religiosa se encuentre en permanente estado agónico de lucha,
que la obliga a constantes adaptaciones y cambios, aunque eso sí, manteniéndose fiel a sus
esencias. El posicionamiento religioso nunca es definitivo, nunca se puede
hablar de triunfalismos, nunca se puede descansar tranquilos inmersos en
formalismos prestablecidos e inmovilistas porque la religiosidad ha de ser
vivida en y desde la temporalidad con todas las limitaciones y tensiones que
implica querer vivir a nivel de la tierra las realidades que están por encima.
Ésta es la gran paradoja de la fe, por ello a los ojos del mundo, la
religiosidad ha sido, en muchas ocasiones, motivo de escándalo y ha de seguir
siéndolo. La paradoja de armonizar lo inmutable con lo mutable, la paradoja de
vivir en el tiempo presente una esperanza de vida nueva. Nada librará al
creyente de involucrarse en la trama humana. No ha habido nunca un hombre tan
espiritual que no haya sabido de las
zozobras de la vida, de tensiones y dudas espirutuales, que no haya tenido que
asumir los riesgos de ser sujeto religioso inmerso en los vaivenes de la de la historia; pero lo mismo cabría decir en
sentido inverso de los que no son
creyentes.
La postura del ateo tampoco
es una postura cómoda, no lo fue
para Andre Gide porque para ser ateo hay
que abstenerse de mirar a la naturaleza, cerrar los ojos para no sentir la
necesidad de interpretar lo que tenemos delante. No, no es fácil ser ateo; lo dicen ellos mismos. La negación
de la existencia de Dios declaraba J. P. Sartre es una tarea larga y difícil
que tiene que empezar cada día. Para Simonne de
Beauvoir dejar morir a Dios es precipitarse en los abismos de la nada. Así
lo reconoce también Jean Rostand. “He dicho que no a Dios …pero en cada momento
la cuestión vuelve a presentarse… no es un ateismo sereno, ni jubiloso ni
contento”, hasta el mismo Nietzsche que tantas veces renegó del dios cruel y
verdugo, en algún momento de su vida no puede contener los latidos de su
corazón y se dirige a Él para decirle en
tono de plegaria “todos los arroyos de mis
lágrimas corren hacia Ti y la última llama de mi corazón para ti se abre
ardiente”.
Los católicos se sienten obligados a reconocer los valores del pensamiento secular, claro que sí ; pero
al mismo tiempo piden un reconocimiento
de los valores religiosos Consideran razonable que se tome en consideración su
propuesta de que Dios necesariamente ha de representar el punto más alto de las
posibilidades humanas que permite al
hombre adentrarse en el reino de la numinosidad. Piensan fundadamente que
escamotear al hombre la creencia religiosa es privarle de algo que en esencia
le pertenece. que cerrarse a la llamada
sobrenatural es cerrarse a la fundamentalidad de la vocación humana. La visión
de un mundo desacralizado puede que sea uno de los espectáculo más dolorosos
para el hombre religioso incluso para
quien no lo es. “ No concibo, llegó a decir Ortega y Gasset, que ningún
hombre pueda renunciar sin dolor al mundo de lo religioso. A mi, al menos,
continua diciendo, me produce un enorme pesar sentirme excluido de la
participación de este mundo”