2021-08-07

10.- En el VIII centenario de la muerte del Fundador de la Orden de Predicadores

 



Nos encontramos en el VIII centenario de la muerte de Sto. Domingo de Guzmán. Con este motivo se han venido y se siguen celebrando actos y homenajes en su honor como sucede  por ejemplo en el Real Monasterio de Madres Dominicas de Caleruega( Burgos) Pues  bien merecido se lo tiene.


Con motivo de este acontecimiento histórico, también el papa Francisco escribió una Carta al p. General, donde se  dice que: “  Domingo respondió a la urgente necesidad de su tiempo no sólo de una predicación del Evangelio renovada y vibrante, sino también, igualmente importante, de un testimonio convincente de sus llamadas a la santidad en la comunión viva de la Iglesia. En el espíritu de toda auténtica reforma, trató de volver a la pobreza y la sencillez de la primitiva comunidad cristiana, reunida en torno a los apóstoles y fiel a sus enseñanzas (cf. Hch 2,42). Al mismo tiempo, su celo por la salvación de las almas le llevó a constituir un cuerpo de predicadores comprometidos cuyo amor por la página sagrada y la integridad de la vida pudiera iluminar las mentes y calentar los corazones con la verdad vivificante de la palabra divina”.

Con este motivo finalmente, se ha celebrado en Caleruega el Capitulo Provincial de los Dominicos de la Provincia de Hispania, donde según se nos dice: aparte de la elección del P. provincial, definidores y consejeros de la Provincia, fueron abordados cuestiones de interés para la orden, tales  como realizar un plan para la configuración de la Provincia, nacida hace cinco años centrándose en temas tan importantes como la vida intelectual, educación  y juventud justicia y paz, diálogo, fe y cultura

La llegada al mundo de este insigne fundador de los Dominicos vino precedida de unos signos que turbaron el espíritu de su santa madre, quien durante la gestación del que habría de ser su tercer hijo, tuvo sueños y  oscuras premoniciones inquietantes. Mientras dormía puedo ver dentro de su vientre a un cachorro con una tea en la boca, que al salir fuera incendiaba al mundo con su fuego purificador. Esto, en tiempos turbulentos  entre moros y cristianos, se prestaba a diversas interpretaciones, hasta que Sto. Domingo de Silos al cual tenía gran devoción, vino a sacarle de dudas manifestándole que el hijo que esperaba sería alumbrado felizmente y llegaría  a ser ejemplo de santidad y así fue .

El 8 de Agosto nacía en Caleruega, un pueblecito de la provincia de Burgos que quedaría inmortalizado para la posteridad y del que el poeta italiano Dante se hace eco , expresándose en estos términos: “¡Feliz Calaruega! En ella se escuchaba el suave murmullo de la brisa entre las flores nuevas del jardín de Europa. A lo lejos, las olas rompían sobre la playa y, más allá, el sol naufragaba cada atardecer”.  Objeto de predilección por parte de su  santa madre Juana de Aza, no pasaría, sin embargo, mucho tiempo a su lado, pero sí el suficiente para aprender de ella las virtudes cristianas especialmente la de la caridad con el prójimo y la generosidad. Dejado bajo los cuidados de un familiar sacerdote, aprendería las primeras letras y de aquí pasaría a la Universidad de Palencia en unos tiempos de hambre y de miseria en los que las calles estaban llenas de indigentes y mendigos, que él trataba de ayudar, hasta el extremo, que un día según nos cuenta su hagiógrafo  tuvo que echar mano de sus libros, preciado tesoro en aquellos tiempos y ni corto ni perezoso, los  empeñó para obtener algo de dinero y así poder repartir  entre los más necesitados unas monedillas. Un hecho tan infrecuente naturalmente fue motivo de incomprensiones, pero cuando alguien le reprochaba este gesto, se defendía diciendo: “yo no puedo conservar para mí pieles muertas, cuando veo hermanos vivos que se están muriendo de hambre”.  

Su fama de aplicado estudiante y buena persona llegó hasta oídos de Martín Bazán obispo de Osma, quien le reclamó para que se incorporara a su cabildo, donde sería ordenado sacerdote a los 25 años. En esta nueva forma de vida, dedicada por entero al ministerio pastoral, Domingo volvió a ser un ejemplo de vida a imitar. Para cumplir órdenes del rey Alfonso VIII tuvo que ausentarse de Burgos de Osma y emprender un viaje diplomático hacia Dinamarca, durante el cual pudo darse cuenta de lo mal que andaban las cosas y tomo buena nota de ello, de modo que cuando un tiempo más tarde tuvo que realizar ese mismo viaje, tomó la determinación de quedarse por estas tierras para poder evangelizarlas a través de la palabra y el ejemplo.

Descalzo y pobremente vestido, Domingo pateó todos los caminos viviendo de la caridad y desafiando toda la penalidades y peligros derivados de combatir a los albigenses, tan poderosos por estas tierras. La misión a llevar a cabo rebasaba sus propias fuerzas por lo que debió pensar que lo mejor sería fundar una orden y así lo hizo con la ayudada del obispo de Toulouse, llamado Fulco y el conde Simón de Monforte, así como de otros seguidores   que se sumaron al proyecto. Hubo que esperar, no obstante, al 22 de Diciembre de 1216 en que el papa Honorio a través de ambas bulas aprobara la fundación que tendría una excepcional acogida en Toulouse, formándose pronto una comunidad dispuesta a emprender el camino, dispersándose de dos en dos por tolos rincones, como hicieran en su día los apóstoles para anunciar el evangelio de Jesucristo. Las comunidades se multiplicaron y los frailes dominicos se hicieron presentes en las principales universidades  de Paris y de Bolonia, contando siempre con el apoyo de Roma.     

 

Desde entonces hasta ahora los dominicos han estado siempre a la avanzadilla intelectual de la Iglesia, tomando por lema la  palabra “Veritas” bien visible en el escudo de la Orden, en cuya búsqueda estarían siempre comprometidos, sin olvidar la consigna que el fundador  les diera poco antes de morir en Bolonia  el l 6 de agosto de 1221 y que  puede quedar resumida en estas breves palabras “tened caridad, conservad la humildad, poseed la pobreza voluntaria”. La Verdad como meta de los frailes dominicos tiene especial significado en estos tiempos nuestros de la posverdad por la que se caracteriza la época que nos está tocando vivir. La Orden de Predicadores viene siendo desde sus orígenes un sólido puntal de la Iglesia llenándola de sabios y de santos.   Acabemos recordando las palabras del papa Francisco en la carta a la que hacíamos mención al principio, dirigida a fray Gerar O.P.,
Maestro General de la Orden de Predicadores: “La unidad de la verdad y la caridad encontró quizás su máxima expresión en la escuela dominicana de Salamanca, y en particular en la obra de Fray Francisco de Vitoria, que propuso un marco de derecho internacional enraizado en los derechos humanos universales. Esto, a su vez, proporcionó la base filosófica y teológica para el compromiso heroico de los frailes Antonio Montesinos y Bartolomé de Las Casas en América, y Domingo de Salazar en Asia, para defender la dignidad y los derechos de los pueblos nativos”… “En el jubileo del nacimiento de santo Domingo a la vida eterna, quiero expresar de manera especial mi gratitud a los Frailes Predicadores por su extraordinaria contribución a la predicación del Evangelio a través de su exploración teológica de los misterios de la fe. Al enviar a los primeros frailes a las nacientes universidades de Europa, Domingo reconoció la importancia vital de dar a los futuros predicadores una sólida y sana formación teológica basada en la Sagrada Escritura, respetuosa con las cuestiones planteadas por la razón y preparada para entablar un diálogo disciplinado y respetuoso al servicio de la revelación de Dios en Cristo. El apostolado intelectual de la Orden, sus numerosas escuelas e institutos de estudios superiores, su cultivo de las ciencias sagradas y su presencia en el mundo de la cultura han estimulado el encuentro entre la fe y la razón, alimentado la vitalidad de la fe cristiana y promovido la misión de la Iglesia de atraer las mentes y los corazones hacia Cristo. También en este sentido no puedo sino renovar mi gratitud por la historia de la Orden de servicio a la Sede Apostólica, que se remonta al propio Domingo”.

2021-08-03

9.- Detrás de la posverdad qué nos queda?

 

 

 

El devenir histórico es una realidad que nos tiene atrapados y de la que no podemos escapar. Todo cambia, nada permanece. El curso de la historia es implacable y a su paso todo se transforma. Los que contamos los años por décadas no salimos de nuestro asombro al comparar el ayer con el hoy y nos preguntamos ¿Cómo es posible que en tan poco tiempo las cosas hayan cambiado tanto? Y sobre todo ¿Cómo las personas podemos sufrir metamorfosis tan profundas en nuestra forma de ser y de actuar en el marco de una existencia tan corta? Eso de “genio y figura hasta la sepultura” está muy bien en cuanto expresión del componente genético–somático, pero  por lo que se refiere al ethos es otra cosa. Nacemos hombres, pero nos vamos humanizando o deshumanizando progresivamente y en   ello tiene mucho que ver el escenario donde nos movemos y la atmosfera social que respiramos. Con razón se ha dicho que cada individuo es hijo de su época y de la sociedad en la que le ha tocado vivir. Lo que quiere decir que el entorno que nos rodea puede ser decisivo a la hora de ir configurando nuestra propia personalidad.  Esto nadie lo pone en duda.

Innecesario es decir que el modelo humanístico de Egipto, la antigua Grecia o Roma, fue bastante distinto al del Medioevo y éste a su vez  diferente al encarnado por los hombres del Renacimiento y  todavía más por  los de la Ilustración. Aún así, entonces se podía seguir hablando de unas referencias universales, susceptibles de ser convalidadas  en todas las épocas, permaneciendo en pie las reglas de juego, sin necesidad de romper la baraja. Es decir el paso de un periodo a otro se producía dentro de un cierto continuismo, pero ahora ya no se puede decir lo mismo. La posmodernidad ha supuesto un ruptura con la modernidad en toda regla,   en un tiempo record, que  lo es mucho más si nos referimos a España, donde de la noche a la mañana hemos podido ver como todo daba un vuelco, hasta el punto de que una misma persona,  no voy a decir viejo sino de avanzada edad, tiene la impresión de haber vivido dos vidas muy distintas, que en poco se parecen la una a la otra y también  de haber conocido a personas que con el paso del tiempo han  ido cambiando de perfil hasta llegar a ser irreconocibles.

Después de 30 o 40 años te vuelves a encontrar con  aquellos amigos o personas con las que habías tenido un trato intenso y te resultan inidentificables por dentro. Pedro, aquel compañero universitario de filosofía, riguroso en sus razonamientos, empeñado en la búsqueda de la verdad porque creía que ésta existía y era posible encontrarla, ahora se ha vuelto escéptico y todo lo cuestiona. Mari Carmen, aquella muchacha recatada y pudorosa, que se mostraba femenina hasta en la forma de andar, se ha vuelto descarada, habla como un carretero, defiende el amor libre  y se ha convertido en abanderada de la ideología de género. Santiago, el asiduo asistente a los Cursillos de Cristiandad, que decía tener más fe que S. Pablo, ha acabado por crearse un tipo de religión a su medida, sincrética y tan disparatada que ni el mismo sabe por dónde cogerla. Juanjo, el antiguo camarada en el campamento del Frente de Juventudes, que sentía la pasión por España  hasta llegar a hacer  del patriotismo la razón de su vida, ahora no le hables de comprometerse y mover un dedo por su patria porque pasa de todo. Goyo, con madera de líder, a quien todos respetaban por su rectitud moral y sentido de la responsabilidad, se ha vuelto groseramente pragmático y no deja de repetir eso de “sálvese el que pueda” y que lo importante en la vida de cada cual es “encontrarse en el lugar adecuado en el momento justo”. Ahora la duda que me queda es si los demás puedan decir de mí lo mismo que yo pienso de ellos.

El vendaval de la posmodernidad ha levantado una enorme polvareda y el polvo del camino ha ido impregnando nuestro ser. Una y mil veces tendremos que seguir preguntándonos ¿Cómo ha sucedido todo esto y por qué ha tenido que ser así? Para empezar hay que decir que no ha habido violencia ni opresión, las cosas han ido sucediendo de forma espontánea y natural, en el marco de un ambiente desenfadado que nos remite a Mayo del 68, en que los estudiantes de la Sorbona fueron los protagonistas de un movimiento contracultural difícil de precisar, al igual que todos los movimientos, con un claro componente subversivo axiológico, que sin tener gran repercusión política se ha  convertido en el mito simbólico de una época, que representa la última gran  revolución romántica de enorme calado en el ámbito socio – cultural.

En realidad el proyecto de la modernidad ya venía tocando fondo desde la primera mitad del siglo XX y daba muestras de agotamiento. Una crisis generalizada en todos los órdenes lo ponía de manifiesto. La sospecha había abierto una gran brecha en la racionalidad, la moral y la religión, que eran los grandes pilares en los que se sostenía Occidente. Hoy día esto lo podemos apreciar con claridad meridiana. La crítica apuntaba a una excesiva racionalización, nodriza de expectativas desproporcionadas, que luego con el paso del tiempo se vio que no podían mantenerse en pie.  Efectivamente, el optimismo racionalista sin límites había hecho creer que todo el campo era orégano y que de la razón se podía esperarlo todo, hasta que la cruda realidad, sobre todo tras la experiencia de la Segunda Guerra Mundial, despertó a los hombres y mujeres de su sueño romántico y  pudieron  comprobar que ni todo lo racional es real, ni todo lo real es racional. Ciertamente no dejó de ser un gran acierto por parte del hombre posmoderno detectar el peligro de un racionalismo exacerbado y tratar de reivindicar el afecto frente a la pura racionalidad, pero  cometió la torpeza de tratar de corregir los excesos racionalistas con otros excesos aún peores, aplicando la ley pendular. Éste precisamente fue el gran error, que tuvo como consecuencia  convertir a la diosa razón en una vieja embustera, cuando en realidad lo deseable hubiera sido  dejar las cosas  en  un término medio 

Huérfanos ya de la razón solo quedaba Dios  como último garante de las aspiraciones humanas, pero también sobre Él pesaba la sospecha de deshumanización, que le convertía en un rival  y peligroso enemigo del hombre, cuya sola presencia comprometía  su libertad y  ansias de felicidad humana.  El hombre de la posmodernidad siempre tuvo muy claro   que era necesario remover los cimientos en que se sustentaba la verdad y el bien,  para así  tener las manos libres y poder pensar y actuar según su antojo.

Se dio prisa en desconectar los potentes focos capaces de iluminar hasta los últimos rincones de la realidad y en su lugar  se sirvió y sigue sirviéndose, de una  linterna mágica, que la utiliza para alumbrar selectivamente  algunos  sectores de la realidad dejando en penumbra otros.  Desde el primer momento fue consciente de que sólo se vive una vez, volcándose a tope en el momento presente dejando fuera de pantalla el pasado y el futuro. Nada de compromisos, nada de temores que pudieran perturbar el disfrute del instante fugaz

 En la época de los Whats app  en que nos hemos instalado, las noticias e informaciones tienen una fecha de caducidad muy breve. Cada día tenemos que vaciar los archivos de nuestro móvil, porque todo pasa muy de prisa y lo de ayer ya no nos sirve. Las impresiones de un día son tantas que no podemos procesarlas todas. No nos alcanza el tiempo para la reflexión tranquila y vamos dejando para mañana el encuentro cálido con nosotros mismos y con los demás.  Nos hemos acostumbrado a vivir en una burbuja virtual y ya nos resulta complicado prescindir de ella.

Parecerá una broma, pero se han invertido los términos. Este mundo artificial, con un gran componente de sensaciones virtuales, creado y pilotado  por  el  propio hombre, que se ha erigido en  la medida de todas las cosas, que decide sobre la verdad y el bien y de quien depende el destino de la humanidad, es ahora  el mundo de la realidad.  En cambio el mundo con sólidas bases metafísicas, abierto a la espiritualidad y la trascendencia,  que tenía como fundamento al Ser Fundante,  principio y fin de todo lo creado, es considerado como una fantasmagoría. Si nuestros abuelos levantarán la cabeza tal vez no lo entenderían y con toda seguridad no lo aceptarían; pero sí que lo entienden los nietos que han llegado a pensar que las cosas son como a cada cual le parecen y ya está, siendo difícil disuadirles porque ¿cómo vas a  convencer a quienes piensan que no hay razones sino sólo sentimientos?

En fin,  mucho me temo que al hombre de la  posmodernidad le aburren este tipo de disquisiciones filosóficas, porque todo lo que no sea vivir y gozar  a tope el momento presente, en el sentido más primario, es perder el tiempo y quien sabe disfrutar y sacar jugo a la vida no necesita de más. Es así como el nihilismo de la posverdad cree haber llegado al punto culminante de la historia, aunque yo no me fiaría nada, porque la astucia de la razón, como ya advirtiera Hegel, siempre, siempre, se las ingenia para poner en evidencia las estupideces humanas y sobre todo  porque  la experiencia constata a cada paso  que  el tiempo acaba devorando al momento presente que idolatramos. Yo tengo para mí que la posmodernidad será recordada como la época dorada de la técnica   abanderada por el Internet y a sus hombres como los artífices de un desarrollo material esplendoroso, sin precedentes, pero que al no  saber digerir  tanto éxito acabaron perdiendo el juicio y se volvieron locos.    

 

127.- Unos días de convivencia con los monjes trapenses de la abadía de Sta. Mª de Viaceli

  El día 1 de septiembre, celebrábamos el 57 aniversario de nuestra boda. Cuántos recuerdos agolpados, cuántas vivencias compartidas; un sin...